lunes, 3 de enero de 2011

Un rito sencillo que fortalece el hogar y educa a los chicos. El asombroso poder de la comida familiar (II).

Aprendizaje de virtudes
Stenson hace este comentario a propósito de las buenas maneras en la mesa, asunto que vuelve a ponerse de moda ahora que los padres criados en los tiempos del "todo vale", en los años sesenta y setenta, se descubren desprovistos de recursos para preparar a sus hijos para la vida social.
Una comida que reúne a la familia entera –y que no es saboteada por la televisión (el 53% de los adolescentes encuestados para un estudio piloto en Minnesota decían que solían ver la tele durante las comidas), el teléfono, mensajes de móvil, Internet, videojuegos o alguien que se levanta de la mesa antes de tiempo para acudir a una cita– es sin duda el entorno ideal para aprender a comportarse en la mesa. Desde pequeños, los niños aprenderán del ejemplo de sus padres e irán adquiriendo el hábito de las buenas maneras (¡o de las malas!).
Aprenderán, como señala Weinstein, cosas tan elementales como qué cantidad es razonable ponerse o en qué consiste una comida equilibrada; a privarse de tomar algo fuera de hora para que todos tengan apetito al momento de sentarse a la mesa; a hacer pausas para conversar, y así evitar comer demasiado (nuestro organismo necesita veinte minutos para tener sensación de saciedad) y también los melindres. De este modo los niños estarán protegidos contra la obesidad, y las niñas, en especial, contra la anorexia y otros trastornos alimentarios.
Comer en familia también enseña a los niños a mantener una conversación –a escuchar y a contar– y, al parecer, les suministra la mayor parte de su vocabulario.
Además –y esto es más importante–, las comidas son ocasiones naturales para asimilar la historia y los valores de la familia, y a aplicar esos valores en la vida cotidiana y a los problemas y oportunidades que encontrarán en la sociedad. Muchos de esos valores pueden hacerse virtudes alrededor de la mesa misma: estar atento a las necesidades de los demás, levantar el ánimo con una anécdota divertida, generosidad para dejar a otro la mejor porción de postre...; o inmediatamente antes y después: cuando los niños ayudan a preparar la comida y a quitar la mesa y fregar los platos, aprenden a servir a los demás y también a cuidar de sí mismos.
Una forma fácil de cuidar la familia
Con todo esto y mucho más a su favor, ¿por qué ha decaído la comida familiar? Actúan, por una parte, fuerzas exteriores, como la competencia de la comida rápida y las distracciones electrónicas que tanto se han multiplicado. Por otra parte, hay también factores como el trabajo de las madres fuera del hogar (el estudio de Minnesota muestra una correlación entre comidas familiares y madres que solo trabajan como amas de casa), horarios de trabajo excesivos (sobre todo entre los padres), niños con demasiadas actividades (entrenamientos, natación, clases de música...) y madres separadas o solas.
Una razón, que por lo general no se reconoce, del declive de las comidas en familia: los padres no quieren comer con sus hijos. Decía Stracher: "Muchos hombres dicen que, si hubieran de escoger entre tiempo y dinero, optarían por el tiempo; en realidad, escogen el dinero. Al fin y al cabo, ¿quién quiere habérselas con una niña de seis años presa de una rabieta porque le han puesto la pasta con salsa verde? Es mucho más cómodo quedarse en la oficina, encargar la cena, tomar una cerveza y volver a casa cuando los niños ya están durmiendo. Hay familias en que padre y madre están en casa pero esperan para cenar hasta que los niños se hayan ido a la cama. Como me dijo una madre: 'No es divertido comer con ellos'".
Stracher, por su parte, ha decidido cooperar: ha instaurado las "cenas con papá", comprometiéndose a cenar con su mujer y sus dos hijos al menos cinco noches por semana durante un año entero.
Nadie debería restar importancia a las fuerzas que hoy amenazan la cohesión de la familia y convierten a sus miembros en compañeros de piso que comen solos y tienen su comunidad en otra parte. Comer juntos no es todo, cuando se trata de intimidad familiar y del bienestar de los pequeños; pero sin duda es una parte y, como Weinstein sugiere, la parte más factible. Añadamos fuerza de voluntad y la comida familiar recobrará su puesto en el hogar.

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