lunes, 25 de marzo de 2013

Adiós a Benedicto XVI, 28 de febrero de 2013.



No hemos hablado aún del Papa Francisco! Grandísima y grata sorpresa, de Aceprensa, 20-3-13.


El Papa que no quería serlo

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Papa Francisco“Que Dios os perdone lo que habéis hecho”, les dijo el Papa Francisco a los cardenales poco después de su elección. Una exclamación que, con su punta de humor, pone de relieve que la búsqueda de un líder en la Iglesia tiene muy poco que ver con los procesos de selección  del mundo político o económico.
Antes del Cónclave, que iba a dejar malparados los pronósticos de tantos expertos,  los clichés informativos nos hablaban de las “luchas de poder” en el Vaticano, casi como si estuviéramos ante la convención de un partido político. Sin duda, entre los cardenales habría diversas opiniones sobre el tipo de líder que ahora necesita la Iglesia. Pero, a diferencia de otro tipo de elecciones, en un Cónclave no se trata de que un candidato se imponga a otros, sino de encontrar entre todos la persona más adecuada para gobernar la Barca de Pedro.
La mayoría exigida de dos tercios no indica un triunfo personal de uno sobre otros, sino que se ha alcanzado entre todos un consenso suficiente de que esa persona es la que la Iglesia necesita ahora. En la Iglesia, tanto en la elección del Papa como en otras cuestiones de decisión colectiva, siempre se busca un consenso lo más amplio posible, y no una simple mayoría como puede bastar en un parlamento.
La peculiaridad de la elección se revela también en que nadie se postula candidato, y en que el elegido habría preferido que saliera otro. El puesto de Papa no es un puesto ambicionado, sino temido por el que puede resultar elegido, ante la responsabilidad que supone tomar las riendas de la Iglesia. Por no remontarnos más, basta pensar que tanto Ratzinger como Bergoglio resultaron elegidos en un momento de su vida en que ya solo aspiraban a un jubilación tranquila.
Sin duda, a la hora de la elección cuentan las características personales de los posibles candidatos. Pero, a la vez, nada es menos personal que este puesto. Como ha escrito Joaquín Navarro-Valls, “llegar a ser Papa es morir al instante a uno mismo. Es aceptar que uno ya no es portador de proyectos personales propios, sino que se ha convertido en el que sostiene a toda la Iglesia para siempre y debe encarnar definitivamente la voluntad de Dios”. De ahí que las propias ideas, los gustos o proyectos personales del nuevo Papa, no sean decisivos a la hora de pronosticar por dónde va a ir el gobierno de la Iglesia.
A diferencia de un político, un Papa no viene con su programa, sino con el deseo de poner sus cualidades personales al servicio de la difusión del Evangelio. Es este un programa que la Iglesia ha recibido para siempre, aunque en cada momento tenga que reinventar los modos más adecuados para hacerlo llegar a la humanidad.
También en estos días ha habido muchas sugerencias sobre lo que tiene que hacer el Papa Francisco para “reformar la Iglesia”.  Algunos piensan  que es la Iglesia la que debe convertirse a lo que está dispuesto a aceptar el espíritu de la época, en vez de pretender que el hombre de hoy se convierta al espíritu del Evangelio. No hay que hacer muchas cábalas para pronosticar que se van a equivocar tanto como con las quinielas de papables. Por eso, tras la luna de miel con el Papa Francisco, sencillo y directo, es inevitable que lleguen los desencuentros. Pero también eso va incluido en el empleo de Papa.

Del blog Familia actual de Aceprensa, 20-3-13.


La letra de Anna

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Anna VivesNota: este artículo ha sido escrito con la letra de Anna, una tipografía inventada por Anna Vives, una joven con Síndrome de Down. Se puededescargar gratuitamente.
Nuestra sociedad competitiva sólo valora lo que se puede medir. La fuerza, la inteligencia, la altura, las diferentes aptitudes, la belleza… tienen su baremo, y el que no llega a los mínimos, simplemente se queda fuera. Podemos pensar que la historia de la humanidad ha pasado por épocas peores en que se aniquilaba a los que no llegaban a ese límite: pensemos en la antigua Esparta, donde se despeñaba a los niños demasiado débiles o con alguna minusvalía o, sin ir tan lejos, en el programa eugenésico nazi por el que se debía eliminar a los niños con alguna deformidad, por ejemplo, con labio leporino. En ese sentido hemos progresado mucho; no obstante, no nos acaba de salir bien la integración de las personas que no dan la talla o no tienen el perfil que nuestra sociedad reclama.
No cabe duda de que hemos hecho esfuerzos importantes por salvaguardar los derechos de los discapacitados, de los minusválidos, de los llamados subnormales; sin embargo, los seguimos considerando, al modo espartano o nazi, como dispersonas, minuspersonas osubpersonas, no como lo que realmente son: simplemente personas. Nos fijamos demasiado en el rendimiento, en el envoltorio, en los adornos, cosa que nos impide ver el fondo de las cosas. Vemos personas limitadas en vez de personas con limitaciones, porque estamos acostumbrados sólo a valorar los límites.
Nos hemos dejado influir demasiado por la estadística, esa ciencia de las probabilidades que nos dice qué es normal y qué no lo es. En muchos aspectos, y en este también, interpretamos la realidad aplicando la campana de Gauss. La curva normal, descubierta por el matemático alemán Carl Friedrich Gauss, describe estadísticamente la distribución media o promedio de las características de una población, cuya gráfica produce una figura acampanada. El término medio ocupa el grueso de la curva mientras que las llamadas desviaciones típicas, tanto por exceso como por defecto, se dispersan en los extremos.
Pero el extremo del más no lo vemos del mismo modo que el del menos. Aquel lo contemplamos como una bienaventurada excepción donde se encuentran los que despuntan en inteligencia, habilidad o belleza, mientras que el del menos nos resulta oneroso porque en él se encuentran las personas con discapacidad física, intelectual, auditiva o visual, los autistas, los que padecen enfermedades congénitas o degenerativas, los niños con retraso severo o síndrome de Down, etc., en total, un nueve por ciento de la población que, según la curva de Gauss, no entra dentro de la normalidad.
Para acoger a todas las personas, sea cual sea su condición, y convertir la campana de la estadística en el círculo de la comprensión, no tenemos que bajar el listón que señala la normalidad, sino simplemente eliminarlo. Debemos, en fin, atender más a lo que no se puede medir, a ese fondo invisible donde radica el valor de la persona. Tarea que nos compete a todos, no sólo a los padres de niños con deficiencias.
Por cierto, la letra es algo que no se puede medir.

Película de animación, de Aceprensa, 20-3-2013.


DIRECTORES: CHRIS SANDERS, KIRK DE MICCO | 20.MAR.2013
Lo mejor de DreamWorks en sus 15 años de películas animadas. Deliciosa, divertida, entrañable, vertiginosa.

Selección de literatura por Aceprensa, 20-3-2013.



AUTOR: EVELYN WAUGH | 20.MAR.2013
Para disfrutar del cómico ejercicio de la sátira con que Evelyn Waugh supo fustigar los aspectos menos brillantes de su entorno social.
AUTOR: MARCOS ORDÓÑEZ | 20.MAR.2013
A medio camino entre una autobiografía y una novela de memorias, Ordóñez recuerda con ternura, nostalgia y sentido del humor su infancia en la Barcelona de los años 50.
AUTOR: LÉA COHEN | 20.MAR.2013
Novela de pasiones e intriga que soluciona el misterio entorno a la fortuna de los Calderón, requisada por el rey búlgaro en los años 30 y que luego obsesiona a los comunistas.

AUTOR: ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ | 12.MAR.2013
Una nueva antología de los artículos periodísticos de este escritor, profesor y traductor.
AUTOR: MANUEL GARCÍA MORENTE | 12.MAR.2013
La idea de la universidad que tenía el filósofo español Manuel García Morente no ha perdido su valor.

Noticias en Píldoras de Aceprensa, 20-3-2013.


ANTONIO R. RUBIO | 19.MAR.2013
El uso de drones por parte de EE.UU. en la lucha contra el terrorismo, incluso dirigidos a veces contra ciudadanos americanos, ha despertado polémica.
ÁLVARO ROJAS | 19.MAR.2013
El futuro del proceso de integración de los países latinoamericanos con gobiernos de izquierda, depende en gran medida de la capacidad de Maduro para legitimarse en el poder.

JOSÉ IGNACIO MORENO | 19.MAR.2013
Se pretende facilitar más la eutanasia para adultos y legalizarla para menores.
PEDRO DUTOUR | 13.MAR.2013
Los médicos objetores son al menos el 30% y casi todos en algunas provincias. El Ministerio de Salud dice que hay “abusos” y se plantea exigir “justificación” para objetar.
FERNANDO RODRÍGUEZ-BORLADO | 19.MAR.2013
Desconectar la sexualidad de la biología, como propone la ideología de género, lleva a situaciones por lo menos artificiales, y a veces descabelladas.

ACEPRENSA | 13.MAR.2013
En los cuatro países con mayor población católica en Europa, en torno a la cuarta parte de los católicos atribuyen a la religión un papel importante en sus vidas.

jueves, 7 de marzo de 2013

Los niños son las víctimas inocentes de la falta de entendimiento de sus padres.


Los 8 costes sociales del divorcio que la sociedad debería evitar.


Más delincuencia y más grave, más drogas y alcohol, más abuso infantil, más sexo precoz, más enfermedades mentales y suicidios, más pobreza… ¿no vale la pena evitarlo apostando por el matrimonio estable? Hay al menos 8 consecuencias bien estudiadas por las que el fracaso familiar debería combatirse y prevenirse. [+]
REL 28/09/2012
Más delincuencia y más grave, más drogas y alcohol, más abuso infantil, más sexo precoz, más enfermedades mentales y suicidios, más pobreza… ¿no vale la pena evitarlo apostando por el matrimonio estable?
Hay al menos 8 consecuencias bien estudiadas por las que el fracaso familiar debería combatirse y prevenirse.
1. El divorcio de los padres aumenta la tasa de delincuencia en los hijos

Los hijos de familias monoparentales cuyo progenitor nunca se casó son los más propensos a verse involucrados en delincuencia o en crímenes juveniles. Pero los estudios sugieren que los hijos de hogares divorciados o separados les siguen muy de cerca [1].
Por ejemplo, un informe a partir centros correccionales juveniles de EE.UU. muestra que sólo el 13% de los delincuentes provienen de familias intactas; en cambio, un 33% tiene padres divorciados o separados y un 44% tiene padres que nunca se casaron (viven con un padre soltero) [2].
2. Los hijos que no viven con ambos padres juntos, delinquen con crímenes más graves

Otro estudio en Estados Unidos, que hizo el seguimiento de más de 6.400 niños en un período de 20 años (incluso dentro de su edad adulta), encontró que los hijos sin sus padres biológicos en la casa cometerán crímenes con penas de encarcelamiento tres veces más que los hijos de familias intactas. Resultados similares se han visto en estudios de otros países[3].
Las prisiones y manutención de presos son un gasto que quizá convendría prevenir antes de que se cometan los delitos.
3. Los adolescentes que no viven con ambos padres juntos tienen más riesgo de alcoholismo y drogas
Las tasas de alcoholismo y drogadicción son mucho menores en aquellos criados en familias de matrimonio intacto que en las familias rotas [4].
4. Riesgo de que un progenitor abuse de sus hijas: los padrastros lo multiplican por seis.

La tasa de abuso sexual en niñas a manos de sus padrastro es al menos seis o siete veces mayor que a manos de su padre biológicos en familias con
matrimonios estables [5].
5. Es 70 veces más probable que a un bebé le asesine su padrastro, que no su padre biológico

Un equipo de profesores de psicología en la Universidad McMasters, en Canadá, concluyó que los niños menores de dos años de edad tienen de 70 a 100 veces más posibilidades de ser asesinados a manos de sus padrastros que a manos de sus padres biológicos.
6. Más sexo precoz y más hijos fuera del matrimonio en hijos de divorciados

Los hijos de padres divorciados tienden a una iniciación sexual más temprana [6] y a una mayor frecuencia de relaciones. Junto con la precocidad sexual, se observa también que los hijos cuyos padres se han divorciado tienen una mayor tendencia a engendrar hijos fuera del matrimonio. En Gran Bretaña se ha concluido que los hijos de padres divorciados tienen hasta tres veces más hijos fuera del matrimonio, que los hijos de matrimonios estables [7].
7. Los divorciados aumentan su riesgo de enfermedad mental, suicidio y accidente mortal

El divorcio afecta también a las relaciones entre los cónyuges y sus respectivos equilibrios psicológicos e incluso en enfermedades fisiológicas.
El profesor chileno Ramón Florenzano resume así la evidencia empírica existente al respecto: “Las estadísticas americanas muestran que los divorciados tienen seis veces mayor frecuencia de problemas psiquiátricos que quienes permanecen casados, así como tienen el doble de posibilidades de suicidio, más problemas de alcoholismo y abuso de sustancias químicas y, curiosamente, más riesgo de morir por enfermedades médicas tales como enfermedades cardiovasculares y cáncer”.[8]
Específicamente en el tema de abuso de alcohol y adicción a éste, se ha encontrado en EE.UU. que los divorciados o separados son 4,5 veces más propensos a llegar a estos resultados en comparación con las personas con matrimonios estables Cuando se analiza según sexo, se observa que las mujeres divorciadas o separadas tienen entre el doble y triple probabilidad de morir en un accidente, suicidio u homicidio. Comparado con hombres casados, entre los divorciados o separados son de 3 a 5 veces más probables las muertes debidas a accidentes, suicidios, homicidio y cirrosis.
También se ha demostrado que existen entre los no casados mayores tasas de fallecimiento por enfermedades crónicas, como la diabetes, que requieren un comportamiento regulador o tratamiento[9]
8. El divorcio engendra pobreza, y además la feminiza

El resultado global del divorcio es la creación de hogares monoparentales, generalmente encabezados por mujeres lo que da lugar al fenómeno de “feminización de la pobreza”. El resultado final es que el estado se ve enfrentado a mayores demandasde asistencia social, de vivienda, de servicios judiciales y de salud mental y física. Las familias monoparentales se transformanen el foco prioritario de los programas sociales dirigidos a las personas de extrema pobreza, comprometiendo parte importantede los recursos del país.
En EEUU los hogares tienen ingresos familiares muy por debajo del que logran familias biparentales. Distintos estudios, ya desde los años 90, hablan de una disminución en el ingreso familiar producto del divorcio en un rango entre un 28 a un 42%.
En el año 2000, un 34% de las familias monoparentales mantenidas por mujeres se encontraban en condiciones de pobreza. Alrededor de un 50% de los hogares
con hijos que pasan por un divorcio terminan con niveles de ingreso bajo la línea de pobreza, producto de éste.[10]
La revista Economist del 9 de abril de 1994 destacaba ya que en Gran Bretaña el 77% de las madres separadas (divorciadas o no) vivían con la ayuda que les prestaba el Estado. Estos datos de los años 90 no han hecho sino empeorar en el siglo XXI.

Enseñemos a niños y adolescentes a amar a la Iglesia.


Catequesis para toda la familia
Por Luis Javier 
MADRID, 26 de febrero de 2013 (Zenit.org) - Es realmente una ocasión muy oportuna la que vivimos ahora para mostrar la identidad, humanidad y misión divina de la Iglesia católica a nuestros hijos, alumnos y catecúmenos.
Sobre todo en los más mayores, habría que tener en cuenta hasta qué punto el ambiente que les rodea, y las informaciones que les llegan, han podido empañar o no la imagen que de la Iglesia puedan tener. Muchas veces han sido noticias sesgadas o manipuladas, pero también en ocasiones los adultos hemos sido causantes, cómplices mediante el silencio o la no intervención serena y clara, que determinados prejuicios se hayan cultivado y crecido en ellos a peor.
Cuando esos niños y adolescentes nacen, crecen y maduran en familias y comunidades donde el amor a la Iglesia es el pan nuestro de cada día todo se vuelve más sencillo, e incluso los supuestos escándalos se viven con dolor pero también con la esperanza de la conversión. Pero en el caso que haya una distancia afectiva y efectiva, como la de aquellos que dicen creer pero no practicar, por mil y una excusas, todo descrédito o toda crítica cae en suelo abonado. Da igual que sea un escándalo sexual o la renuncia de un Papa cansado o debilitado.
¿Se puede entender que alguien diga que es forofo, por ejemplo, de un equipo de fútbol, y sólo comparta las victorias como propias, haciendo responsable de las derrotas a la plantilla? Nos encanta ganar pero tenemos que aprender a perder. No se puede estar en el equipo sólo cuando las cosas van bien. Al morir Jesús algunos dejaron de creer y ser de su comunidad. No confiaron en verle entre los que le amaban ni en la resurrección. Pero Jesús está entre nosotros y volverá.
La Iglesia y la realidad entera, está en las manos de Dios. Somos humanos y por tanto pecadores. Nos duelen más las faltas de los de nuestra casa, de los más cercanos que de los que no conocemos. Pero no las vamos pregonando, aunque seamos los primeros interesados en que nos vaya mucho mejor de los que nos va. Que seamos mejores, que nos queramos más, que no discutamos tanto, que la convivencia sea para todos motivo de descanso y de paz.
Ya sabemos que no estamos aquí en el paraíso, pero podemos vivir mejor entre nosotros y con los demás, en nuestra familia, en nuestra comunidad escolar y parroquial. ¿Qué hacemos en esos ámbitos por la Iglesia? Concretamente, por ejemplo: ¿por qué en los centros educativos católicos no se vive y se estimula más la fe, el amor y el compromiso con la Iglesia católica? Y en los demás lugares, centros públicos y familias, incluso a nivel individual, cuando se ataca más o menos directamente a la Iglesia, ¿cuál es nuestra reacción o respuesta?
Pienso que la cuestión clave es la conciencia de pertenencia a la Iglesia. No se puede decir creo en Dios o en Jesucristo y no en la Iglesia. Fundador y fundación no sólo no son incompatibles, sino que para encontrarle a Él hay que estar en ella, con sus consecuencias. Creer y no practicar es un creer vano, desengañémonos. Ni siquiera es un creer vago, realmente es no creer. No se puede ser médico y no ejercer cuando hace falta. Identificar creer con opinar, aceptar una serie de normas vacías, ni me puede valer, ni interpela nada ni tiene el poder de mejorar mi vida.
Si para mí y para ti creer es el sentido de nuestro actuar cristiano, y así confesamos la importancia que tiene lo que Él nos ha dicho, lo que vivo en Su Rostro, la Iglesia, todo cambia. Porque, ¿nos gustaría que atacaran a nuestra madre, padre o cualquier familiar? Si es la Iglesia de verdad nuestra familia, ¿seguiremos consintiendo que la ataquen o la defenderemos con todo el amor, paciencia y medios que podamos? De nosotros depende que sea respetada y amada.

“Me lo eduquen, gracias”


articulo de pilar guembe y carlos goñi / http://blogs.aceprensa.com/familiaactual/
martes 25  de septiembre de 2012

“Los padres queremos tanto a nuestros hijos que no los podemos educar; por eso los llevamos al colegio para que sean otros los que lo hagan por nosotros.”

Estas palabras se las escuchamos recientemente al ponente de una conferencia que trataba sobre la felicidad. Aunque fue una digresión autobiográfica y anecdótica, traída a cuento por una pregunta de alguien del público, la defendió y justificó como si fuera una tesis principal. Y así lo creía él. El amor que sienten los padres por sus hijos, explicó, es tan grande que les impide educarlos: para que una madre o un padre exija a su hijo, le ponga límites, le castigue, le diga que “no” o simplemente le corrija, tiene que hacer violencia al natural amor que le une a él. “Por eso –continuó– los llevamos al colegio, donde nos los educan, les exigen, les ponen límites, les castigan, les dicen que “no” y les corrigen, cosas que no podemos hacer nosotros, justamente por ser sus padres”.

No podemos estar más en desacuerdo con este padre (porque en ese momento no hablaba como catedrático sino como padre), pero nos alegró conocer una opinión tan diferente a la nuestra y, por qué no decirlo, tan bien argumentada y, quizá, más extendida de lo que pensamos. Lo que sí es verdad es que muchas personas opinan como aquel conferenciante: cómo van a exigir a sus hijos con lo que los quieren, cómo van a ponerles limitaciones y a castigarlos, cómo les van a contrariar o a negarles alguna cosa. El amor maternal y paternal nos vuelve no sólo ciegos, sino incapaces de educar. Por eso, contratamos a quienes lo hagan, a gentes extrañas que no están tan emocionalmente unidas a nuestros hijos como lo estamos nosotros, porque en último término la razón es que les queremos demasiado.

Pero justamente por eso los tenemos que educar, tenemos que intentar sacar de cada uno su mejor yo, acompañar su crecimiento y llevarlos a la madurez. Justamente porque los queremos tenemos que aprender a quererlos, tenemos que quererlos bien. Es decir, con el cariño no basta, hay que saber administrar el amor: amar con cabeza sin malgastar el amor, invertirlo adecuadamente y no canjearlo por un activo atractivo (que con el tiempo pueda convertirse en un “activo tóxico”) pero ineficaz.
Llevamos a los hijos al colegio no para que nos los eduquen, sino para que nos ayuden a educarlos. Estamos equivocados si pensamos que otros lo van a hacer por nosotros. Los primeros educadores y los últimos responsables de su educación somos los padres, y lo somos por amor.


“El hijo de botellón, los padres en la inopia”. De El País.



reportaje de emilio de benito / www.elpais.com / jueves 11 de octubre de 2012

Entre la permisividad, la ignorancia y el temor. Así viven los padres y madres españoles el consumo de alcohol de sus hijos menores de edad, según el estudio Jóvenes y alcohol de la Fundación Pfizer. Aunque el título es engañoso. Porque lo relevante no es tanto que este trabajo, en línea con otros como las encuestas Estudios del Plan Nacional sobre Drogas, reflejen que una gran mayoría de los menores bebe. Sino que enfrenta este hecho con lo que piensan sus padres. Y ahí se ve que la expresión “brecha generacional” es algo más que una metáfora.

Empecemos por la pregunta más sencilla: ¿Con qué frecuencia, en términos generales, sueles tomar bebidas alcohólicas? De los chavales de entre 12 y 18 años, el 34,3% contesta que lo hace al menos una vez al mes. Pero sus padres creen que eso sucede solo con el 19,1% de sus hijos. La diferencia son 15,2 puntos, un 44% de error.

Tampoco hay acierto sobre cuándo empezó a beber el hijo (o la hija, que el masculino genérico no debe ocultar que la igualdad entre ambos sexos es cada vez mayor). Los chicos dicen que lo hicieron con 13,7 años de media (un dato que coincide con el del Plan Nacional sobre Drogas, y que casi no varía año a año). Los padres, creen, en cambio, que fue a los 15. El anuncio publicitario de la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD) con un padre que niega que el adolescente borracho que habían visto los vecinos fuera el suyo no puede ser más acertado. Javier Quiroga, jefe de la unidad de Comunicaciones del Samur (Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate) de Madrid, coincide, por su experiencia, en esa apreciación. “Padres que lo niegan o dicen que a sus hijos les han echado algo en la copa parecen un chiste, pero son reales”.

La edad media para empezar a beber está en los 13,7 años
Con esa edad media de inicio, eso quiere decir que hay muchos menores de los 13 años que beben desde antes, resalta Enrique Baca, catedrático en Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid y patrono de la Fundación Pfizer. “El 8,1% empezó a beber antes de los 10, y el 20,5% antes de los 12. El grueso, el 55%, lo hace entre los 13 y los 15”, destaca. A partir de ahí, los porcentajes bajan mucho (lógico, porque la mayoría ya se ha iniciado en el consumo, y quedan los más reacios).

Este ejercicio de comparar los aciertos entre lo que dicen los hijos y lo que sus padres creen que saben se puede repetir en casi todas las preguntas del trabajo. La equivocación es del 33% si se le pregunta a los padres si sus hijos toman licores fuertes, por ejemplo. Eso sí, clavan la respuesta sobre el consumo de champán y cava o de licores de frutas. ¿Es pura casualidad? Quizá no. Porque esos tipos de bebidas, festivas y esporádicas, suelen ser parte de comidas y celebraciones familiares. Y los progenitores saben que sus hijos las toman porque lo hacen en su presencia.

Este aspecto lleva a otro punto del estudio, como refleja Baca: la permisividad de los padres. Hay una pregunta en la que las respuestas de los hijos y lo que dicen sus padre y madres coinciden bastante: en si beben con permiso. Y es que un 53,7% de los padres y madres lo permiten, en casa o fuera de ella, según los adolescentes.

El 8% de los menores de 10 años ya ha probado los licores
“Esta respuesta, tan llamativa, es de las que no me creo”, dice el psiquiatra de la Universidad Autónoma de Barcelona Miguel Casas. Baca y Pedro Núñez Morgades, ex Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid y también patrono de la Fundación Pfizer, coinciden. “Los padres saben lo que tienen que contestar, lo que queda bien”. Por eso, lo más probable, apuntan estos expertos, es que el porcentaje real sea superior: son todavía más los progenitores que —“por desconocimiento o impotencia, sobre todo a partir de los 16 años”, matizó Núñez Morgades—, dejan que sus hijos beban.

Los datos van en esta línea. Para empezar, hay una clara relación entre padres bebedores e hijos que también lo hacen. Y más del 40% de los chavales se iniciaron en familia. Las repuestas aquí también son bastante coincidentes: los hijos dicen que eso sucedió en el 41,3% de las ocasiones y los padres —quizá por aquella tontería de “que aprendan conmigo”, dijo Núñez Morgades— creen que pasó el 45,4% de las ocasiones.

El tema del aprendizaje no es un asunto menor. Porque lo que no se puede perder de vista es que el alcohol es dañino. Afecta al desarrollo intelectual y físico de los menores, aunque estos todavía tienen una serie de mitos al respecto, como que si solo se bebe de vez en cuando (los fines de semana) no hace daño, dijo Núñez Morgades. “Ven sus efectos como algo lejano”, y opinan que “no engancha como otras drogas”, añadió.

Los brindis de las fiestas familiares son una vía de iniciación frecuente
Los expertos coinciden en señalar en que la formación es clave. E incluso alguno, como Casas, cree que parte de ese aprendizaje está en el propio consumo. “España es un país vitivinícola, donde el alcohol está presente en todo, desde las fiestas a la religión”, resaltó Casas. “Es inherente a nuestra sociedad”, añadió. Por eso, el psiquiatra, que también trabaja en el hospital Vall d'Hebrón de Barcelona, dice en este sentido que, muchas veces, “quienes peor beben son los que tienen poca práctica”. Este experto cree que insistir en medidas represivas es un esfuerzo inútil. “¡Si no hemos conseguido erradicar el consumo de hachís o cocaína!”, comenta. Lo que pasa es que hay que saber beber. “¿Tiene peligros? Desde luego.

Pero también los tienen las bicicletas. En Holanda sería absurdo que no dejaran usarlas hasta los 18 años. Acabarían atropellados por un tranvía”, pone como ejemplo. Otra cosa es que él cree que hay que vigilar esos primeros años de contacto con la bebida, peligrosos pero inevitables. Entre lo que se podría hacer está educar a los chavales para que se vigilen unos a otros. No en el sentido de reprimirse, sino en el de estar al tanto. “Si cuando sale un grupo siempre es el mismo el que pierde el conocimiento, es que algo le pasa”.

Casas es de la opinión de que hay una serie de factores —sobre todo problemas psiquiátricos como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad— detrás de los problemas de adicción. “El 85% aprende a beber sin complicaciones, el otro 15% es el que está en peligro”. “Ellos son los que se emborrachan en los botellones, los que al llegar a la adolescencia empiezan con el consumo de drogas y a los que hay que tratar. Porque la adicción no es por vago, por el paro o factores socioculturales; es una enfermedad de causas biológicas”, insiste el experto

El 15% de la población tiene una predisposición a la adicción
Este planteamiento no es cómodo, porque parece tener un cierto componente de determinismo, de predisposición genética al alcoholismo. Casas lo defiende, y cree que lo importante es saberlo para actuar. Por eso, él cree que el peligro no está en el botellón —“solo el 10,3% se emborracha en ellos la mayoría de las veces, lo que coincide con ese 15% de predisposición biológica”—, señala.
Con este estudio, el debate de las medidas para combatir el consumo excesivo tiene nuevos argumentos. “Hablar con los niños, y no a los niños”, dice Núñez Morgades. El alcohol está ahí, y la cuestión está en abordarlo sobriamente.