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lunes, 25 de marzo de 2013
No hemos hablado aún del Papa Francisco! Grandísima y grata sorpresa, de Aceprensa, 20-3-13.
El Papa que no quería serlo
“Que Dios os perdone lo que habéis hecho”, les dijo el Papa Francisco a los cardenales poco después de su elección. Una exclamación que, con su punta de humor, pone de relieve que la búsqueda de un líder en la Iglesia tiene muy poco que ver con los procesos de selección del mundo político o económico.
Antes del Cónclave, que iba a dejar malparados los pronósticos de tantos expertos, los clichés informativos nos hablaban de las “luchas de poder” en el Vaticano, casi como si estuviéramos ante la convención de un partido político. Sin duda, entre los cardenales habría diversas opiniones sobre el tipo de líder que ahora necesita la Iglesia. Pero, a diferencia de otro tipo de elecciones, en un Cónclave no se trata de que un candidato se imponga a otros, sino de encontrar entre todos la persona más adecuada para gobernar la Barca de Pedro.
La mayoría exigida de dos tercios no indica un triunfo personal de uno sobre otros, sino que se ha alcanzado entre todos un consenso suficiente de que esa persona es la que la Iglesia necesita ahora. En la Iglesia, tanto en la elección del Papa como en otras cuestiones de decisión colectiva, siempre se busca un consenso lo más amplio posible, y no una simple mayoría como puede bastar en un parlamento.
La peculiaridad de la elección se revela también en que nadie se postula candidato, y en que el elegido habría preferido que saliera otro. El puesto de Papa no es un puesto ambicionado, sino temido por el que puede resultar elegido, ante la responsabilidad que supone tomar las riendas de la Iglesia. Por no remontarnos más, basta pensar que tanto Ratzinger como Bergoglio resultaron elegidos en un momento de su vida en que ya solo aspiraban a un jubilación tranquila.
Sin duda, a la hora de la elección cuentan las características personales de los posibles candidatos. Pero, a la vez, nada es menos personal que este puesto. Como ha escrito Joaquín Navarro-Valls, “llegar a ser Papa es morir al instante a uno mismo. Es aceptar que uno ya no es portador de proyectos personales propios, sino que se ha convertido en el que sostiene a toda la Iglesia para siempre y debe encarnar definitivamente la voluntad de Dios”. De ahí que las propias ideas, los gustos o proyectos personales del nuevo Papa, no sean decisivos a la hora de pronosticar por dónde va a ir el gobierno de la Iglesia.
A diferencia de un político, un Papa no viene con su programa, sino con el deseo de poner sus cualidades personales al servicio de la difusión del Evangelio. Es este un programa que la Iglesia ha recibido para siempre, aunque en cada momento tenga que reinventar los modos más adecuados para hacerlo llegar a la humanidad.
También en estos días ha habido muchas sugerencias sobre lo que tiene que hacer el Papa Francisco para “reformar la Iglesia”. Algunos piensan que es la Iglesia la que debe convertirse a lo que está dispuesto a aceptar el espíritu de la época, en vez de pretender que el hombre de hoy se convierta al espíritu del Evangelio. No hay que hacer muchas cábalas para pronosticar que se van a equivocar tanto como con las quinielas de papables. Por eso, tras la luna de miel con el Papa Francisco, sencillo y directo, es inevitable que lleguen los desencuentros. Pero también eso va incluido en el empleo de Papa.
Del blog Familia actual de Aceprensa, 20-3-13.
La letra de Anna
Nota: este artículo ha sido escrito con la letra de Anna, una tipografía inventada por Anna Vives, una joven con Síndrome de Down. Se puededescargar gratuitamente.
Nuestra sociedad competitiva sólo valora lo que se puede medir. La fuerza, la inteligencia, la altura, las diferentes aptitudes, la belleza… tienen su baremo, y el que no llega a los mínimos, simplemente se queda fuera. Podemos pensar que la historia de la humanidad ha pasado por épocas peores en que se aniquilaba a los que no llegaban a ese límite: pensemos en la antigua Esparta, donde se despeñaba a los niños demasiado débiles o con alguna minusvalía o, sin ir tan lejos, en el programa eugenésico nazi por el que se debía eliminar a los niños con alguna deformidad, por ejemplo, con labio leporino. En ese sentido hemos progresado mucho; no obstante, no nos acaba de salir bien la integración de las personas que no dan la talla o no tienen el perfil que nuestra sociedad reclama.
No cabe duda de que hemos hecho esfuerzos importantes por salvaguardar los derechos de los discapacitados, de los minusválidos, de los llamados subnormales; sin embargo, los seguimos considerando, al modo espartano o nazi, como dispersonas, minuspersonas osubpersonas, no como lo que realmente son: simplemente personas. Nos fijamos demasiado en el rendimiento, en el envoltorio, en los adornos, cosa que nos impide ver el fondo de las cosas. Vemos personas limitadas en vez de personas con limitaciones, porque estamos acostumbrados sólo a valorar los límites.
Nos hemos dejado influir demasiado por la estadística, esa ciencia de las probabilidades que nos dice qué es normal y qué no lo es. En muchos aspectos, y en este también, interpretamos la realidad aplicando la campana de Gauss. La curva normal, descubierta por el matemático alemán Carl Friedrich Gauss, describe estadísticamente la distribución media o promedio de las características de una población, cuya gráfica produce una figura acampanada. El término medio ocupa el grueso de la curva mientras que las llamadas desviaciones típicas, tanto por exceso como por defecto, se dispersan en los extremos.
Pero el extremo del más no lo vemos del mismo modo que el del menos. Aquel lo contemplamos como una bienaventurada excepción donde se encuentran los que despuntan en inteligencia, habilidad o belleza, mientras que el del menos nos resulta oneroso porque en él se encuentran las personas con discapacidad física, intelectual, auditiva o visual, los autistas, los que padecen enfermedades congénitas o degenerativas, los niños con retraso severo o síndrome de Down, etc., en total, un nueve por ciento de la población que, según la curva de Gauss, no entra dentro de la normalidad.
Para acoger a todas las personas, sea cual sea su condición, y convertir la campana de la estadística en el círculo de la comprensión, no tenemos que bajar el listón que señala la normalidad, sino simplemente eliminarlo. Debemos, en fin, atender más a lo que no se puede medir, a ese fondo invisible donde radica el valor de la persona. Tarea que nos compete a todos, no sólo a los padres de niños con deficiencias.
Por cierto, la letra es algo que no se puede medir.
Película de animación, de Aceprensa, 20-3-2013.
DIRECTORES: CHRIS SANDERS, KIRK DE MICCO | 20.MAR.2013
Lo mejor de DreamWorks en sus 15 años de películas animadas. Deliciosa,
divertida, entrañable, vertiginosa.
Selección de literatura por Aceprensa, 20-3-2013.
|
AUTOR: EVELYN WAUGH | 20.MAR.2013
Para disfrutar del cómico ejercicio de
la sátira con que Evelyn Waugh supo fustigar los aspectos menos brillantes de
su entorno social.
AUTOR: MARCOS ORDÓÑEZ | 20.MAR.2013
A medio camino entre una autobiografía y
una novela de memorias, Ordóñez recuerda con ternura, nostalgia y sentido del
humor su infancia en la Barcelona de los años 50.
AUTOR: LÉA COHEN | 20.MAR.2013
Novela de pasiones e intriga que
soluciona el misterio entorno a la fortuna de los Calderón, requisada por el
rey búlgaro en los años 30 y que luego obsesiona a los comunistas.
|
AUTOR: ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ | 12.MAR.2013
Una nueva antología de los artículos
periodísticos de este escritor, profesor y traductor.
AUTOR: MANUEL GARCÍA MORENTE | 12.MAR.2013
La idea de la universidad que tenía el
filósofo español Manuel García Morente no ha perdido su valor.
Noticias en Píldoras de Aceprensa, 20-3-2013.
ANTONIO R.
RUBIO | 19.MAR.2013
El uso de drones por parte de EE.UU. en
la lucha contra el terrorismo, incluso dirigidos a veces contra ciudadanos
americanos, ha despertado polémica.
ÁLVARO ROJAS | 19.MAR.2013
El futuro del proceso de integración de
los países latinoamericanos con gobiernos de izquierda, depende en gran medida
de la capacidad de Maduro para legitimarse en el poder.
|
JOSÉ IGNACIO
MORENO | 19.MAR.2013
Se pretende facilitar más la eutanasia
para adultos y legalizarla para menores.
PEDRO DUTOUR | 13.MAR.2013
Los médicos objetores son al menos el
30% y casi todos en algunas provincias. El Ministerio de Salud dice que hay
“abusos” y se plantea exigir “justificación” para objetar.
FERNANDO
RODRÍGUEZ-BORLADO | 19.MAR.2013
Desconectar la sexualidad de la
biología, como propone la ideología de género, lleva a situaciones por lo menos
artificiales, y a veces descabelladas.
|
ACEPRENSA | 13.MAR.2013
En los cuatro países con mayor población
católica en Europa, en torno a la cuarta parte de los católicos atribuyen a la
religión un papel importante en sus vidas.
jueves, 7 de marzo de 2013
Los 8 costes sociales del divorcio que la sociedad debería evitar.
Más delincuencia y más grave, más drogas y alcohol, más abuso
infantil, más sexo precoz, más enfermedades mentales y suicidios, más pobreza…
¿no vale la pena evitarlo apostando por el matrimonio estable? Hay al menos 8
consecuencias bien estudiadas por las que el fracaso familiar debería
combatirse y prevenirse. [+]
REL 28/09/2012
Más delincuencia y más grave, más drogas y alcohol, más abuso
infantil, más sexo precoz, más enfermedades mentales y suicidios, más pobreza…
¿no vale la pena evitarlo apostando por el matrimonio estable?
Hay al menos 8 consecuencias bien estudiadas por las que el fracaso
familiar debería combatirse y prevenirse.
1. El divorcio de los padres
aumenta la tasa de delincuencia en los hijos
Los hijos de familias monoparentales cuyo progenitor nunca se casó son los más propensos a verse involucrados en delincuencia o en crímenes juveniles. Pero los estudios sugieren que los hijos de hogares divorciados o separados les siguen muy de cerca [1].
Los hijos de familias monoparentales cuyo progenitor nunca se casó son los más propensos a verse involucrados en delincuencia o en crímenes juveniles. Pero los estudios sugieren que los hijos de hogares divorciados o separados les siguen muy de cerca [1].
Por ejemplo, un informe a partir centros correccionales juveniles de
EE.UU. muestra que sólo el 13% de los delincuentes provienen de familias
intactas; en cambio, un 33% tiene padres divorciados o separados y un 44% tiene
padres que nunca se casaron (viven con un padre soltero) [2].
2. Los hijos que no viven con ambos
padres juntos, delinquen con crímenes más graves
Otro estudio en Estados Unidos, que hizo el seguimiento de más de 6.400 niños en un período de 20 años (incluso dentro de su edad adulta), encontró que los hijos sin sus padres biológicos en la casa cometerán crímenes con penas de encarcelamiento tres veces más que los hijos de familias intactas. Resultados similares se han visto en estudios de otros países[3].
Otro estudio en Estados Unidos, que hizo el seguimiento de más de 6.400 niños en un período de 20 años (incluso dentro de su edad adulta), encontró que los hijos sin sus padres biológicos en la casa cometerán crímenes con penas de encarcelamiento tres veces más que los hijos de familias intactas. Resultados similares se han visto en estudios de otros países[3].
Las prisiones y manutención de presos son un gasto que quizá
convendría prevenir antes de que se cometan los delitos.
3. Los adolescentes que no viven
con ambos padres juntos tienen más riesgo de alcoholismo y drogas
Las tasas de alcoholismo y drogadicción son mucho menores en aquellos
criados en familias de matrimonio intacto que en las familias rotas [4].
4. Riesgo de que un progenitor abuse
de sus hijas: los padrastros lo multiplican por seis.
La tasa de abuso sexual en niñas a manos de sus padrastro es al menos seis o siete veces mayor que a manos de su padre biológicos en familias con
matrimonios estables [5].
La tasa de abuso sexual en niñas a manos de sus padrastro es al menos seis o siete veces mayor que a manos de su padre biológicos en familias con
matrimonios estables [5].
5. Es 70 veces más probable que a
un bebé le asesine su padrastro, que no su padre biológico
Un equipo de profesores de psicología en la Universidad McMasters, en Canadá, concluyó que los niños menores de dos años de edad tienen de 70 a 100 veces más posibilidades de ser asesinados a manos de sus padrastros que a manos de sus padres biológicos.
Un equipo de profesores de psicología en la Universidad McMasters, en Canadá, concluyó que los niños menores de dos años de edad tienen de 70 a 100 veces más posibilidades de ser asesinados a manos de sus padrastros que a manos de sus padres biológicos.
6. Más sexo precoz y más hijos fuera del matrimonio en hijos de
divorciados
Los hijos de padres divorciados tienden a una iniciación sexual más temprana [6] y a una mayor frecuencia de relaciones. Junto con la precocidad sexual, se observa también que los hijos cuyos padres se han divorciado tienen una mayor tendencia a engendrar hijos fuera del matrimonio. En Gran Bretaña se ha concluido que los hijos de padres divorciados tienen hasta tres veces más hijos fuera del matrimonio, que los hijos de matrimonios estables [7].
Los hijos de padres divorciados tienden a una iniciación sexual más temprana [6] y a una mayor frecuencia de relaciones. Junto con la precocidad sexual, se observa también que los hijos cuyos padres se han divorciado tienen una mayor tendencia a engendrar hijos fuera del matrimonio. En Gran Bretaña se ha concluido que los hijos de padres divorciados tienen hasta tres veces más hijos fuera del matrimonio, que los hijos de matrimonios estables [7].
7. Los divorciados aumentan su
riesgo de enfermedad mental, suicidio y accidente mortal
El divorcio afecta también a las relaciones entre los cónyuges y sus respectivos equilibrios psicológicos e incluso en enfermedades fisiológicas.
El divorcio afecta también a las relaciones entre los cónyuges y sus respectivos equilibrios psicológicos e incluso en enfermedades fisiológicas.
El profesor chileno Ramón Florenzano resume así la evidencia empírica
existente al respecto: “Las estadísticas americanas muestran que los
divorciados tienen seis veces mayor frecuencia de problemas psiquiátricos que
quienes permanecen casados, así como tienen el doble de posibilidades de
suicidio, más problemas de alcoholismo y abuso de sustancias químicas y,
curiosamente, más riesgo de morir por enfermedades médicas tales como
enfermedades cardiovasculares y cáncer”.[8]
Específicamente en el tema de abuso de alcohol y adicción a éste, se
ha encontrado en EE.UU. que los divorciados o separados son 4,5 veces más
propensos a llegar a estos resultados en comparación con las personas con
matrimonios estables Cuando se analiza según sexo, se observa que las mujeres
divorciadas o separadas tienen entre el doble y triple probabilidad de morir en
un accidente, suicidio u homicidio. Comparado con hombres casados, entre los
divorciados o separados son de 3 a 5 veces más probables las muertes debidas a
accidentes, suicidios, homicidio y cirrosis.
También se ha demostrado que existen entre los no casados mayores
tasas de fallecimiento por enfermedades crónicas, como la diabetes, que
requieren un comportamiento regulador o tratamiento[9]
8. El divorcio engendra pobreza, y
además la feminiza
El resultado global del divorcio es la creación de hogares monoparentales, generalmente encabezados por mujeres lo que da lugar al fenómeno de “feminización de la pobreza”. El resultado final es que el estado se ve enfrentado a mayores demandasde asistencia social, de vivienda, de servicios judiciales y de salud mental y física. Las familias monoparentales se transformanen el foco prioritario de los programas sociales dirigidos a las personas de extrema pobreza, comprometiendo parte importantede los recursos del país.
El resultado global del divorcio es la creación de hogares monoparentales, generalmente encabezados por mujeres lo que da lugar al fenómeno de “feminización de la pobreza”. El resultado final es que el estado se ve enfrentado a mayores demandasde asistencia social, de vivienda, de servicios judiciales y de salud mental y física. Las familias monoparentales se transformanen el foco prioritario de los programas sociales dirigidos a las personas de extrema pobreza, comprometiendo parte importantede los recursos del país.
En EEUU los hogares tienen ingresos familiares muy por debajo del que
logran familias biparentales. Distintos estudios, ya desde los años 90, hablan
de una disminución en el ingreso familiar producto del divorcio en un rango
entre un 28 a un 42%.
En el año 2000, un 34% de las familias monoparentales mantenidas por
mujeres se encontraban en condiciones de pobreza. Alrededor de un 50% de los
hogares
con hijos que pasan por un divorcio terminan con niveles de ingreso bajo la línea de pobreza, producto de éste.[10]
con hijos que pasan por un divorcio terminan con niveles de ingreso bajo la línea de pobreza, producto de éste.[10]
La revista Economist del 9 de abril de 1994 destacaba ya que en Gran Bretaña el 77% de las
madres separadas (divorciadas o no) vivían con la ayuda que les prestaba el
Estado. Estos datos de los años 90 no han hecho sino empeorar en el siglo XXI.
Enseñemos a niños y adolescentes a amar a la Iglesia.
Catequesis para toda la familia
Por Luis Javier
MADRID, 26 de febrero
de 2013 (Zenit.org) - Es realmente una ocasión muy oportuna la que
vivimos ahora para mostrar la identidad, humanidad y misión divina de la
Iglesia católica a nuestros hijos, alumnos y catecúmenos.
Sobre todo en los más
mayores, habría que tener en cuenta hasta qué punto el ambiente que les rodea,
y las informaciones que les llegan, han podido empañar o no la imagen que de la
Iglesia puedan tener. Muchas veces han sido noticias sesgadas o manipuladas,
pero también en ocasiones los adultos hemos sido causantes, cómplices mediante
el silencio o la no intervención serena y clara, que determinados prejuicios se
hayan cultivado y crecido en ellos a peor.
Cuando esos niños y
adolescentes nacen, crecen y maduran en familias y comunidades donde el amor a
la Iglesia es el pan nuestro de cada día todo se vuelve más sencillo, e incluso
los supuestos escándalos se viven con dolor pero también con la esperanza de la
conversión. Pero en el caso que haya una distancia afectiva y efectiva, como la
de aquellos que dicen creer pero no practicar, por mil y una excusas, todo
descrédito o toda crítica cae en suelo abonado. Da igual que sea un escándalo
sexual o la renuncia de un Papa cansado o debilitado.
¿Se puede entender que
alguien diga que es forofo, por ejemplo, de un equipo de fútbol, y sólo
comparta las victorias como propias, haciendo responsable de las derrotas a la
plantilla? Nos encanta ganar pero tenemos que aprender a perder. No se puede
estar en el equipo sólo cuando las cosas van bien. Al morir Jesús algunos
dejaron de creer y ser de su comunidad. No confiaron en verle entre los que le
amaban ni en la resurrección. Pero Jesús está entre nosotros y volverá.
La Iglesia y la
realidad entera, está en las manos de Dios. Somos humanos y por tanto
pecadores. Nos duelen más las faltas de los de nuestra casa, de los más
cercanos que de los que no conocemos. Pero no las vamos pregonando, aunque
seamos los primeros interesados en que nos vaya mucho mejor de los que nos va.
Que seamos mejores, que nos queramos más, que no discutamos tanto, que la
convivencia sea para todos motivo de descanso y de paz.
Ya sabemos que no
estamos aquí en el paraíso, pero podemos vivir mejor entre nosotros y con los
demás, en nuestra familia, en nuestra comunidad escolar y parroquial. ¿Qué
hacemos en esos ámbitos por la Iglesia? Concretamente, por ejemplo: ¿por qué en
los centros educativos católicos no se vive y se estimula más la fe, el amor y
el compromiso con la Iglesia católica? Y en los demás lugares, centros públicos
y familias, incluso a nivel individual, cuando se ataca más o menos
directamente a la Iglesia, ¿cuál es nuestra reacción o respuesta?
Pienso que la cuestión
clave es la conciencia de pertenencia a la Iglesia. No se puede decir creo en
Dios o en Jesucristo y no en la Iglesia. Fundador y fundación no sólo no son
incompatibles, sino que para encontrarle a Él hay que estar en ella, con sus
consecuencias. Creer y no practicar es un creer vano, desengañémonos. Ni
siquiera es un creer vago, realmente es no creer. No se puede ser médico y no
ejercer cuando hace falta. Identificar creer con opinar, aceptar una serie de
normas vacías, ni me puede valer, ni interpela nada ni tiene el poder de
mejorar mi vida.
Si para mí y para ti
creer es el sentido de nuestro actuar cristiano, y así confesamos la importancia
que tiene lo que Él nos ha dicho, lo que vivo en Su Rostro, la Iglesia, todo
cambia. Porque, ¿nos gustaría que atacaran a nuestra madre, padre o cualquier
familiar? Si es la Iglesia de verdad nuestra familia, ¿seguiremos consintiendo
que la ataquen o la defenderemos con todo el amor, paciencia y medios que
podamos? De nosotros depende que sea respetada y amada.
“Me lo eduquen, gracias”
martes 25 de septiembre de 2012
“Los padres queremos tanto a nuestros hijos que no los podemos educar;
por eso los llevamos al colegio para que sean otros los que lo hagan por
nosotros.”
Estas palabras se las escuchamos recientemente al ponente de una
conferencia que trataba sobre la felicidad. Aunque fue una digresión autobiográfica
y anecdótica, traída a cuento por una pregunta de alguien del público, la
defendió y justificó como si fuera una tesis principal. Y así lo creía él. El
amor que sienten los padres por sus hijos, explicó, es tan grande que les
impide educarlos: para que una madre o un padre exija a su hijo, le ponga
límites, le castigue, le diga que “no” o simplemente le corrija, tiene que
hacer violencia al natural amor que le une a él. “Por eso –continuó– los
llevamos al colegio, donde nos los educan, les exigen, les ponen límites, les
castigan, les dicen que “no” y les corrigen, cosas que no podemos hacer
nosotros, justamente por ser sus padres”.
No podemos estar más en desacuerdo con este padre (porque en ese
momento no hablaba como catedrático sino como padre), pero nos alegró conocer
una opinión tan diferente a la nuestra y, por qué no decirlo, tan bien
argumentada y, quizá, más extendida de lo que pensamos. Lo que sí es verdad es
que muchas personas opinan como aquel conferenciante: cómo van a exigir a sus
hijos con lo que los quieren, cómo van a ponerles limitaciones y a castigarlos,
cómo les van a contrariar o a negarles alguna cosa. El amor maternal y paternal
nos vuelve no sólo ciegos, sino incapaces de educar. Por eso, contratamos a
quienes lo hagan, a gentes extrañas que no están tan emocionalmente unidas a
nuestros hijos como lo estamos nosotros, porque en último término la razón es
que les queremos demasiado.
Pero justamente por eso los tenemos que educar, tenemos que intentar
sacar de cada uno su mejor yo, acompañar su crecimiento y llevarlos a la
madurez. Justamente porque los queremos tenemos que aprender a quererlos,
tenemos que quererlos bien. Es decir, con el cariño no basta, hay que saber
administrar el amor: amar con cabeza sin malgastar el amor, invertirlo
adecuadamente y no canjearlo por un activo atractivo (que con el tiempo pueda
convertirse en un “activo tóxico”) pero ineficaz.
Llevamos a los hijos al colegio no para que nos los eduquen, sino para
que nos ayuden a educarlos. Estamos equivocados si pensamos que otros lo van a
hacer por nosotros. Los primeros educadores y los últimos responsables de su
educación somos los padres, y lo somos por amor.
“El hijo de botellón, los padres en la inopia”. De El País.
Entre la permisividad, la ignorancia y el temor. Así viven los padres
y madres españoles el consumo de alcohol de sus hijos menores de edad, según el
estudio Jóvenes y alcohol de la Fundación Pfizer. Aunque el
título es engañoso. Porque lo relevante no es tanto que este trabajo, en línea
con otros como las encuestas Estudios del Plan Nacional sobre Drogas,
reflejen que una gran mayoría de los menores bebe. Sino que enfrenta este hecho
con lo que piensan sus padres. Y ahí se ve que la expresión “brecha
generacional” es algo más que una metáfora.
Empecemos por la pregunta más sencilla: ¿Con qué frecuencia, en
términos generales, sueles tomar bebidas alcohólicas? De los chavales de entre
12 y 18 años, el 34,3% contesta que lo hace al menos una vez al mes. Pero sus
padres creen que eso sucede solo con el 19,1% de sus hijos. La diferencia son
15,2 puntos, un 44% de error.
Tampoco hay acierto sobre cuándo empezó a beber el hijo (o la hija,
que el masculino genérico no debe ocultar que la igualdad entre ambos sexos es
cada vez mayor). Los chicos dicen que lo hicieron con 13,7 años de media (un
dato que coincide con el del Plan Nacional sobre Drogas, y que casi no varía
año a año). Los padres, creen, en cambio, que fue a los 15. El anuncio
publicitario de la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD) con un
padre que niega que el adolescente borracho que habían visto los vecinos fuera
el suyo no puede ser más acertado. Javier Quiroga, jefe de la unidad de
Comunicaciones del Samur (Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y
Rescate) de Madrid, coincide, por su experiencia, en esa apreciación. “Padres
que lo niegan o dicen que a sus hijos les han echado algo en la copa parecen un
chiste, pero son reales”.
La edad media para empezar a beber está en los 13,7 años
Con esa edad media de inicio, eso quiere decir que hay muchos menores
de los 13 años que beben desde antes, resalta Enrique Baca, catedrático en
Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid y patrono de la Fundación
Pfizer. “El 8,1% empezó a beber antes de los 10, y el 20,5% antes de los 12. El
grueso, el 55%, lo hace entre los 13 y los 15”, destaca. A partir de ahí, los
porcentajes bajan mucho (lógico, porque la mayoría ya se ha iniciado en el
consumo, y quedan los más reacios).
Este ejercicio de comparar los aciertos entre lo que dicen los hijos y
lo que sus padres creen que saben se puede repetir en casi todas las preguntas
del trabajo. La equivocación es del 33% si se le pregunta a los padres si sus
hijos toman licores fuertes, por ejemplo. Eso sí, clavan la respuesta sobre el
consumo de champán y cava o de licores de frutas. ¿Es pura casualidad? Quizá
no. Porque esos tipos de bebidas, festivas y esporádicas, suelen ser parte de
comidas y celebraciones familiares. Y los progenitores saben que sus hijos las
toman porque lo hacen en su presencia.
Este aspecto lleva a otro punto del estudio, como refleja Baca: la
permisividad de los padres. Hay una pregunta en la que las respuestas de los
hijos y lo que dicen sus padre y madres coinciden bastante: en si beben con
permiso. Y es que un 53,7% de los padres y madres lo permiten, en casa o fuera
de ella, según los adolescentes.
El 8% de los menores de 10 años ya ha probado los licores
“Esta respuesta, tan llamativa, es de las que no me creo”, dice el
psiquiatra de la Universidad Autónoma de Barcelona Miguel Casas. Baca
y Pedro Núñez Morgades, ex Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid y
también patrono de la Fundación Pfizer, coinciden. “Los padres saben lo que
tienen que contestar, lo que queda bien”. Por eso, lo más probable, apuntan
estos expertos, es que el porcentaje real sea superior: son todavía más los
progenitores que —“por desconocimiento o impotencia, sobre todo a partir de los
16 años”, matizó Núñez Morgades—, dejan que sus hijos beban.
Los datos van en esta línea. Para empezar, hay una clara relación
entre padres bebedores e hijos que también lo hacen. Y más del 40% de los
chavales se iniciaron en familia. Las repuestas aquí también son bastante
coincidentes: los hijos dicen que eso sucedió en el 41,3% de las ocasiones y
los padres —quizá por aquella tontería de “que aprendan conmigo”, dijo Núñez
Morgades— creen que pasó el 45,4% de las ocasiones.
El tema del aprendizaje no es un asunto menor. Porque lo que no se
puede perder de vista es que el alcohol es dañino. Afecta al desarrollo
intelectual y físico de los menores, aunque estos todavía tienen una serie de
mitos al respecto, como que si solo se bebe de vez en cuando (los fines de
semana) no hace daño, dijo Núñez Morgades. “Ven sus efectos como algo lejano”,
y opinan que “no engancha como otras drogas”, añadió.
Los brindis de las fiestas familiares son una vía de iniciación
frecuente
Los expertos coinciden en señalar en que la formación es clave. E
incluso alguno, como Casas, cree que parte de ese aprendizaje está en el propio
consumo. “España es un país vitivinícola, donde el alcohol está presente en
todo, desde las fiestas a la religión”, resaltó Casas. “Es inherente a nuestra
sociedad”, añadió. Por eso, el psiquiatra, que también trabaja en
el hospital Vall d'Hebrón de Barcelona, dice en este sentido que,
muchas veces, “quienes peor beben son los que tienen poca práctica”. Este
experto cree que insistir en medidas represivas es un esfuerzo inútil. “¡Si no
hemos conseguido erradicar el consumo de hachís o cocaína!”, comenta. Lo que
pasa es que hay que saber beber. “¿Tiene peligros? Desde luego.
Pero también los tienen las bicicletas. En Holanda sería absurdo que
no dejaran usarlas hasta los 18 años. Acabarían atropellados por un tranvía”,
pone como ejemplo. Otra cosa es que él cree que hay que vigilar esos primeros
años de contacto con la bebida, peligrosos pero inevitables. Entre lo que se
podría hacer está educar a los chavales para que se vigilen unos a otros. No en
el sentido de reprimirse, sino en el de estar al tanto. “Si cuando sale un
grupo siempre es el mismo el que pierde el conocimiento, es que algo le pasa”.
Casas es de la opinión de que hay una serie de factores —sobre todo
problemas psiquiátricos como el trastorno por déficit de atención e
hiperactividad— detrás de los problemas de adicción. “El 85% aprende a beber
sin complicaciones, el otro 15% es el que está en peligro”. “Ellos son los que
se emborrachan en los botellones, los que al llegar a la adolescencia
empiezan con el consumo de drogas y a los que hay que tratar. Porque la adicción
no es por vago, por el paro o factores socioculturales; es una enfermedad de
causas biológicas”, insiste el experto
Este planteamiento no es cómodo, porque parece tener un cierto
componente de determinismo, de predisposición genética al alcoholismo. Casas lo
defiende, y cree que lo importante es saberlo para actuar. Por eso, él cree que
el peligro no está en el botellón —“solo el 10,3% se emborracha en
ellos la mayoría de las veces, lo que coincide con ese 15% de predisposición
biológica”—, señala.
Con este estudio, el debate de las medidas para combatir el consumo
excesivo tiene nuevos argumentos. “Hablar con los niños, y no a los niños”,
dice Núñez Morgades. El alcohol está ahí, y la cuestión está en abordarlo
sobriamente.
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