lunes, 25 de marzo de 2013

Del blog Familia actual de Aceprensa, 20-3-13.


La letra de Anna

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Anna VivesNota: este artículo ha sido escrito con la letra de Anna, una tipografía inventada por Anna Vives, una joven con Síndrome de Down. Se puededescargar gratuitamente.
Nuestra sociedad competitiva sólo valora lo que se puede medir. La fuerza, la inteligencia, la altura, las diferentes aptitudes, la belleza… tienen su baremo, y el que no llega a los mínimos, simplemente se queda fuera. Podemos pensar que la historia de la humanidad ha pasado por épocas peores en que se aniquilaba a los que no llegaban a ese límite: pensemos en la antigua Esparta, donde se despeñaba a los niños demasiado débiles o con alguna minusvalía o, sin ir tan lejos, en el programa eugenésico nazi por el que se debía eliminar a los niños con alguna deformidad, por ejemplo, con labio leporino. En ese sentido hemos progresado mucho; no obstante, no nos acaba de salir bien la integración de las personas que no dan la talla o no tienen el perfil que nuestra sociedad reclama.
No cabe duda de que hemos hecho esfuerzos importantes por salvaguardar los derechos de los discapacitados, de los minusválidos, de los llamados subnormales; sin embargo, los seguimos considerando, al modo espartano o nazi, como dispersonas, minuspersonas osubpersonas, no como lo que realmente son: simplemente personas. Nos fijamos demasiado en el rendimiento, en el envoltorio, en los adornos, cosa que nos impide ver el fondo de las cosas. Vemos personas limitadas en vez de personas con limitaciones, porque estamos acostumbrados sólo a valorar los límites.
Nos hemos dejado influir demasiado por la estadística, esa ciencia de las probabilidades que nos dice qué es normal y qué no lo es. En muchos aspectos, y en este también, interpretamos la realidad aplicando la campana de Gauss. La curva normal, descubierta por el matemático alemán Carl Friedrich Gauss, describe estadísticamente la distribución media o promedio de las características de una población, cuya gráfica produce una figura acampanada. El término medio ocupa el grueso de la curva mientras que las llamadas desviaciones típicas, tanto por exceso como por defecto, se dispersan en los extremos.
Pero el extremo del más no lo vemos del mismo modo que el del menos. Aquel lo contemplamos como una bienaventurada excepción donde se encuentran los que despuntan en inteligencia, habilidad o belleza, mientras que el del menos nos resulta oneroso porque en él se encuentran las personas con discapacidad física, intelectual, auditiva o visual, los autistas, los que padecen enfermedades congénitas o degenerativas, los niños con retraso severo o síndrome de Down, etc., en total, un nueve por ciento de la población que, según la curva de Gauss, no entra dentro de la normalidad.
Para acoger a todas las personas, sea cual sea su condición, y convertir la campana de la estadística en el círculo de la comprensión, no tenemos que bajar el listón que señala la normalidad, sino simplemente eliminarlo. Debemos, en fin, atender más a lo que no se puede medir, a ese fondo invisible donde radica el valor de la persona. Tarea que nos compete a todos, no sólo a los padres de niños con deficiencias.
Por cierto, la letra es algo que no se puede medir.

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