Un matrimonio generoso tiene más posibilidades de ser feliz. Esta es la
conclusión a la que han llegado dos investigadores estadounidenses en un estudio publicado por The Family Watch.
Sus conclusiones permiten comprender por qué los pequeños actos de servicio,
las muestras frecuentes de afecto y el perdón tienden a mejorar la convivencia
entre los esposos.
En algunas columnas dedicadas a las relaciones de pareja es frecuente que,
por un lado, se exalten las emociones intensas y, por otro, se haga un elogio
de los vínculos frágiles. Cada cual tendría derecho a vivir romances
apasionados, siempre y cuando se reserve a la vez el suficiente espacio para
poner tierra de por medio y evitar así el escozor de unos compromisos demasiado
agobiantes.
Tal y como la describe el sociólogo Zygmunt Bauman en su libro Amor
líquido, la nueva norma que recomiendan estos consejeros a sus lectores es “que
presten más atención a su capacidad interior para el goce y el placer, así como
menos ‘dependencia’ de los otros, menos atención a las exigencias de los otros,
y mayor distancia y frialdad a la hora de calcular pérdidas y ganancias”.
Semejante norma entronca con el modelo individualista de matrimonio que,
según los autores del estudio (1), parece estar calando entre muchos
norteamericanos. Es a partir de los años setenta del siglo pasado cuando “el
matrimonio empieza a verse como un instrumento para satisfacer necesidades
personales antes que como una oportunidad para servir al otro cónyuge en la
vida corriente, algo que es bueno para ambos”, explica W. Bradford Wilcox,
profesor de sociología de la Universidad de Virginia, autor de la investigación
junto con Jeffrey Dew.
Un contrapeso a esta visión lo constituyen los hábitos de la generosidad y
el sacrificio, los cuales requieren que ambos cónyuges pongan las necesidades
del otro por delante de las suyas. Sin esa renuncia por parte de ambos, el
equilibrio salta por los aires y la estabilidad matrimonial se tambalea.
Tres formas de generosidad
En el estudio, la generosidad es definida como “la virtud de dar cosas
buenas al otro cónyuge libremente y en abundancia”. Se han valorado tres
comportamientos concretos: los pequeños actos de servicio (por ejemplo, hacer
el café por la mañana); las muestras frecuentes de afecto; y el perdón. Ninguno
de estos tres actos son obligaciones estrictas del matrimonio, como sí lo son
la fidelidad, la ayuda mutua o el apoyo económico.
Según los autores, el comportamiento generoso es tan decisivo en la vida
conyugal porque “envía el mensaje al otro de que se quiere mantener la relación”.
En el caso de los actos de servicio, por ejemplo, presupone conocer las
preferencias del cónyuge; además, son ocasión para dar nuevas sorpresas y
“tienden a provocar un sentido de gratitud en el cónyuge que los recibe;
gratitud que, a su vez, está vinculada con emociones positivas” como la
felicidad.
Por su parte, las muestras frecuentes de afecto favorecen la empatía y la
comunicación. Puede parecer evidente, pero a menudo estas manifestaciones se
pasan por alto cuando la gente anda de cabeza. A veces ocurre que, al llegar a
casa, los esposos se entretienen con las redes sociales o con la televisión. O
bien se entregan a sus hijos con tanta dedicación que les queda poco tiempo
para cultivar su matrimonio.
Perdonar es un acto especial de generosidad porque, sin que pueda ser
exigido, absuelve de la culpa al cónyuge por la ofensa recibida o por no haber
estado a la altura.
Cuidar lo pequeño
El estudio destaca, como primera conclusión, que la generosidad de uno de
los cónyuges favorece que ambos esposos –tanto el que da como el que recibe– se
sientan mejor en el matrimonio, lo que a su vez aleja la probabilidad de
divorcio.
Un matrimonio generoso da lugar a un “círculo virtuoso”, de modo que la
entrega de uno de los cónyuges acaba llamando a la entrega del otro. El estudio
constata cómo los pequeños sacrificios pueden aumentar los sentimientos de
autoestima del cónyuge que se beneficia de ellos, así como avivar su sentido de
gratitud y aprecio hacia el que los realiza.
Ahora bien, como advierten los autores en la discusión de las conclusiones,
el comportamiento generoso no ha de verse como un anzuelo para ganarse el favor
del cónyuge. De hecho, “la generosidad suele estar motivada por el deseo de
beneficiar al otro, y no de recibir algo a cambio. Una conducta basada en el
esquema ‘doy para que me des’ no parece compatible con la idea de la
generosidad”.
Otra conclusión interesante es que para mejorar la convivencia entre los
esposos no hace falta recurrir a grandes gestos de generosidad, sino que a
menudo bastarán pequeñas acciones positivas que introducen mayor novedad en el
matrimonio.
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Notas
(1) Jeffrey Dew y W. Bradford Wilcox. “¿Da y recibirás? Generosidad,
sacrificio y calidad conyugal”. 1 septiembre 2012. IFFD PAPERS nº 12. Producido
por The Family Watch.
Enlace a ala noticia: http://www.aceprensa.com/articles/mas-generosos-mas-satisfechos-en-el-matrimonio/
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