Meditación del papa durante el Ángelus
en la solemnidad de la Sagrada Familia
Por
Benedicto XVI
¡Queridos
hermanos y hermanas!
Hoy
es la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. En la liturgia, el pasaje del
evangelio de Lucas nos presenta a la Virgen María y a san José, que fieles a la
tradición, suben hasta Jerusalén para la Pascua, junto a Jesús que tenía doce
años. La primera vez que Jesús entró en Templo del Señor fue a los cuarenta
días después de su nacimiento, cuando sus padres habían ofrecido "un par
de tórtolas o dos pichones" (Lc. 2,24) por él, que era el sacrificio de
los pobres. "Lucas, cuyo evangelio está lleno de toda una teología de los
pobres y de la pobreza, sugiere que la familia de Jesús estaba considerada
entre los pobres de Israel; nos hace entender que entre ellos podía madurar el
cumplimiento de la promesa" (L'infanzia di Gesù, 96).
Jesús
hoy está de nuevo en el Templo, pero esta vez tiene un papel diferente, que lo
involucra en primera persona. Cumple así, con María y José, la peregrinación a
Jerusalén según lo prescrito en la Ley (cf. Ex 23,17; 34,23ss) --a pesar de que
aún no había cumplido el decimotercer año de edad--. Una señal de la profunda
religiosidad de la Sagrada Familia. Sin embargo, cuando sus padres vuelven
hacia Nazaret, sucede algo inesperado: Él, sin decir nada, se queda en la
ciudad. Durante tres días, Maria y José lo buscan y lo encuentran en el Templo,
hablando con los maestros de la Ley (cf. Lc. 2,46-47); y cuando le piden
explicaciones, Jesús dice que no tienen de qué asombrarse, porque aquel es su
lugar, es su casa, con el Padre, que es Dios (cf. L’infancia di Gesù,
143).
"Él
–escribe Orígenes--, declara estar en el templo de su Padre, aquel Padre que
nos ha revelado y del cual dice que es el Hijo» (Homilías sobre el Evangelio de
Lucas, 18, 5). La preocupación de María y José por Jesús, es la misma de
cualquier padre que educa a un hijo, lo introduce a la vida y a la comprensión
de la realidad. Hoy en día, por lo tanto, es necesario hacer una oración
especial al Señor por todas las familias del mundo.
Imitando
a la Sagrada Familia de Nazaret, los padres deben preocuparse seriamente por el
crecimiento y la educación de sus propios hijos, a fin de que maduren como
hombres responsables y ciudadanos honestos, sin olvidar nunca que la fe es un
precioso regalo con el cual alimentar a los propios hijos, incluso con el
ejemplo personal . Al mismo tiempo, recemos para que cada niño sea acogido como
un don de Dios, sea sostenido por el amor tanto el padre como de la madre, a
fin de poder crecer como el Señor Jesús "en sabiduría, edad y gracia ante
Dios y ante los hombres" (Lc. 2,52). El amor, la lealtad y la dedicación
de María y José sean un ejemplo para todas las parejas cristianas, que no son
solo los amigos o los dueños de la vida de sus hijos, sino los guardianes de
este don incomparable de Dios. Que el silencio de José, hombre justo (cf. Mt.
1,19), y el ejemplo de María, que guardaba todo en su corazón (cf. Lc. 2,51),
nos haga entrar en el misterio pleno de la fe y de la humanidad de la Sagrada
Familia. Deseo que todas las familias cristianas vivan en la presencia de Dios
con el mismo amor y con la misma alegría de la familia de Jesús, María y José.
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