jueves, 10 de abril de 2014

Blog de Aceprensa: familiaactual, 7-abril-2014.

Los zapatos de Cenicienta


Cinderella law. UKEl gobierno británico está preparando una propuesta de ley que obligue a los padres a querer a sus hijos. La nueva ley prevé penas de hasta diez años de cárcel para los progenitores que no transmitan amor a sus vástagos, que no los abracen o que no les den muestras de afecto, por considerar tales omisiones un delito de “crueldad emocional” (The Telegraph).
La propuesta quiere acabar con el maltrato infantil que, según Tony Hawkhead, director de la asociación Action for Children, será un paso adelante monumental para miles de niños que se encuentran en una situación de abandono –millón y medio de menores británicos según los datos oficiales–. Dicha asociación ha denunciado que en el Reino Unido entre 200 y 300 niños han sufrido casos de negligencia y ninguno de sus responsables ha sido llevado ante los tribunales.
Pero la nueva ley no nace solo para acabar con el maltrato o los abusos físicos de los menores, sino también para eliminar cualquier rastro de “negligencia paterna”, por ejemplo, cuando los padres permiten que sus hijos presencien escenas de violencia doméstica o son duramente castigados. Se puede decir que, desde el momento en que se apruebe, los padres británicos estarán obligados, por ley, a querer a sus hijos so pena de ir a la cárcel.
La propuesta ha sido bautizada como Cinderella (Cenicienta) por cuanto intenta acabar con la crueldad contra los niños, un “odioso crimen” que debe ser castigado. Ningún niño, parece decir la ley, debe ser tratado como una Cenicienta, sino amado, atendido y respetado por sus padres o por quien está a su cuidado.
Recordemos el cuento: Cenicienta vivía esclava en su propia casa, sus hermanastras la odiaban y estaba obligada a hacer los trabajos más duros, iba sucia y desarreglada, mal vestida y descalza. Pero todo cambia cuando su hada madrina la viste de princesa para acudir al baile de Palacio y le calza unos zapatitos de cristal.
Curiosamente, los zapatos que tenía que llevar Cenicienta no eran de cristal sino de cuero. Así lo escribió Charles Perrault, el autor del cuento, pero un error tipográfico del editor cambió la palabra francesa “vaire” (cuero) por “verre” (vidrio, cristal), de modo que la protagonista apareció en la sala de baile con sus a la postre famosísimos zapatitos de cristal.
De la noche a la mañana, o mejor, de la mañana a la noche, Cenicienta pasó de ser una sirvienta, despreciada, maltratada y odiada, a una auténtica princesa, admirada por todos y amada por el príncipe heredero de aquel reino. Pero, ahora sí, de la noche a la mañana, volvió a ser una cenicienta por la simple razón de haber perdido su zapato de cristal.
Como es evidente, ninguna ley positiva puede obligar a los padres a amar a sus hijos (ya lo hace la ley natural); sí puede obligar a atenderlos y a educarlos, que en el fondo es la forma que tenemos los padres de querer a nuestros hijos. No podemos llevarlos descalzos de afectos, de atenciones, de respeto; pero tampoco debemos calzarlos con zapatos de cristal, convertirlos en princesas de cuento, llenarlos de mimos y vaciarlos de responsabilidades. Pongámosles zapatos de cuero, como escribió Perrault, trenzando exigencia con cariño, autoridad con afecto, disciplina con amor. Ni Cenicientas descalzas ni encantadoras princesas con zapatos de cristal: no cometamos el mismo “error tipográfico” porque nuestros hijos no son personajes de un cuento de hadas.

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