miércoles, 4 de febrero de 2015

Blog de Aceprensa, Familia Actual, 2-2-2015

Que sean felices

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Niño enfadadoSi algo queremos todos los padres para nuestros hijos es que sean felices. Tanto es así que a veces se nos va la mano y les damos más de lo que necesitan, los arropamos exageradamente y los sobreprotegemos; entonces, nos sale el tiro por la culata y, en vez de conseguir su felicidad, los hacemos dependientes, caprichosos, insatisfechos…
Pensamos que si no ponemos todos los medios posibles para que sean dichosos no somos unos buenos padres. Nos tomamos su felicidad como una responsabilidad propia y no les queremos fallar. Por eso, nos sentimos culpables o fracasados cuando vemos que nuestros hijos no se sienten felices.
Pero, aunque no podamos evitar querer que nuestros hijos sean felices, nosotros no podemos suministrarles felicidad, simplemente porque la felicidad no se suministra. Lo que los padres debemos hacer es educar a nuestros hijos, darles raíces y alas, raíces para que tengan peso y no se los lleve el viento, y alas para que puedan volar aprovechando los vientos; lo demás no depende de nosotros.
Podemos ser muy buenos padres, haber educado a nuestros hijos con esmero y sacrificio, pero ni siquiera eso asegura su felicidad. Les hemos podido poner todas las condiciones para que tengan una vida dichosa; sin embargo, las condiciones, aunque la favorecen, no la causan.
El buen hacer de los padres influye menos en la felicidad de sus hijos que los errores educativos en su infelicidad. Es decir, resulta más fácil favorecer su desdicha por una mala praxis educativa, por ejemplo:
  • si les damos todo lo que nos piden para que no digan que somos malos padres.
  • si los sobreprotegemos para sentirnos bien.
  • si no les exigimos nada para no exigirnos a nosotros mismos.
  • si no les enseñamos a aplazar la recompensa para que no tengan que esperar.
  • si nunca les decimos “no” para que no se enfrenten a la decepción.
  • si siempre estamos pendientes de sus caprichos para que no les falte de nada.
  • si no les dejamos que sufran para no sufrir nosotros.
  • si les vaciamos de deberes para que no se sientan responsables.
  • si les llenamos de cosas materiales para que no se encuentren vacíos.
  • si no les permitimos tomar responsabilidades para que no se equivoquen.
  • si hacemos nosotros lo que pueden hacer ellos para que no se molesten.
  • si no los educamos…
No hay nada que asegure la dicha de nuestros hijos, pero tendrán más posibilidades de ser felices si aprendemos a combinar el amor con la exigencia, el cariño con la disciplina, el afecto con la autoridad. Más que preocuparnos por que sean felices, debemos ocuparnos de educarlos bien porque queremos que sean felices.

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