Un cachete a tiempo (II)
Los comentarios que suscitaron el anterior artículo muestran el interés que
despierta el tema del castigo físico. La pedagogía no es una ciencia exacta y
hay muchos aspectos opinables, lo cual no significa que no deban ser razonados.
Los argumentos a favor de “un cachete a tiempo” o “una torta bien dada” los
hemos escuchado muchas veces en nuestras charlas. Siempre son polémicos. Hay
padres a favor y padres en contra, con todo lujo de matices.
En unas pocas líneas es imposible presentar y refutar todos los
argumentos que defienden el cachete; sin embargo, vamos a exponerlos y así dar
pie al debate. Algunos de los argumentos que hemos reunido, gracias a lectores
y oyentes, son estos:
§
“Agradezco que de niño me dieran un cachete”. ¿No sería
mejor agradecer por los cachetes que no nos dieron?
§
“El recurso a la torta ha de ser algo excepcional”. La
excepción confirma la regla. ¿Qué regla queremos confirmar?
§
“Con aquella bofetada, aprendió la lección”. Hay otras
formas de aprender: escojamos la mejor.
§
“Es la única forma de cortar una rabieta y de que vuelva en sí”.
La mejor manera de extinguir una conducta es ignorarla. El niño quiere llamar
nuestra atención y lo consigue.
§
“Si una buena conducta merece un premio, una mala merece un castigo”.
No todas las acciones correctas hay que premiar ni todas las incorrectas
castigar. La “pedagogía de la foca” –una sardina por pasar por el aro– puede
funcionar para adiestrar pero no para educar.
§
“Un pequeño cachete vale más que mil palabras”. Se cree
que un niño entiende mejor la “oratoria de la zapatilla” que los argumentos y
explicaciones.
§
“Un azote aplicado sin rabia, con tranquilidad, no puede ser
perjudicial”. ¿Pica menos un azote sin rabia? ¿Cómo lo interpreta
el niño?
§
“Para que sepas quién manda aquí”. Así no se gana la
autoridad, sino que nos teman.
§
“Te pego porque te quiero”. Algo que un niño, ni nadie,
no puede comprender.
§
“Ante una situación límite: un pequeño que va a cruzar la carretera”.
Sería un caso en el que el fin justifica los medios, como empujar a alguien si
le va a arrollar el tren.
§
“Nadie me dice lo que tengo que hacer”. Nosotros
proponemos un estilo educativo, en ningún momento lo imponemos. Son los padres
los que deciden.
Algunas personas
argumentan que durante siglos se ha utilizado el castigo físico en mayor o
menor medida, y la sociedad ha seguido avanzando. ¿Por qué en las últimas
décadas lo estamos poniendo en entredicho? Basta responder: para mejorar, para
que no ocurra lo que dice Sancho Panza en El Quijote apócrifo
de Avellaneda:
“¿No ve vuestra merced que estos muchachos, si desde chiquitos
no se castigan y se amoldan antes de tener ser, se vuelven haraganes y
respostones? Es menester, pues, para evitar semejantes inconvenientes, que
sepan desde el vientre de su madre que la letra con sangre entra. Que así me
crió mi padre a mí; y si algún buen entendimiento tengo, me lo embebió él en el
caletre a duros azotes, tanto, que el cura viejo de mi lugar (santa ánima haya
su gloria), cuando me topaba por la calle, poniéndome la mano sobre la cabeza,
decía a los circunstantes: “Si este niño no muere de los azotes con que le
crían, ha de crecer por puntos”. (Cap. XXI)
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