Orgullo de selección
Lo que hemos vivido estos días ha sido una
experiencia única. Por una vez parece que todos hemos estado orgullosos de ser
españoles: que nos dure mucho.
Estamos
celebrando de nuestros deportistas algo más que un éxito de gran nivel. Estamos
aprendiendo: ¿generosidad, compañerismo, elegancia?...
Son algo más que unos buenos profesionales
con una forma física excelente. Unos compañeros bien compenetrados, que forman
equipo. No buscan lucir en persona, sino la eficacia del conjunto. Hemos visto
algún pase de balón para que tirase elegantemente a puerta otro que tenía mejor
situación.
Enfados, los mínimos. Y juego limpio, sin
rencores ni revancha con sus contrincantes, en este caso, italianos (que, todo
hay que decirlo, se han portado también con limpieza). No hay prepotencia en
ninguno de los chicos de la selección.
Diría que lo que más brilla es la calidad
humana de los jugadores. Hablando con una señora en el autobús me decía que
esto lo agradece mucho por sus hijos, pues para ellos los deportistas (y el
deporte rey es el fútbol) son sus ídolos, y los niños captan esas cualidades.
¿No fue una estampa encantadora la
chiquillería que se juntó en el campo, al lado de sus padres, futbolistas,
niñas y niños, tan chicos algunos?
No
ha pasado inadvertido el afán de los protagonistas de hacerse fotos con sus
padres… La familia en este país tiene mucho que decir, y ojalá no se pierda el
interés por tener cerca en estas ocasiones a los nuestros.
En
fin, una palabra más para un entrenador sereno, un hombre de bien (lo hemos
visto, siempre cercano uno de sus hijos, un niño “diferente”, que no falta en
estos eventos). No se puede ignorar el papel que el señor del Bosque juega en
la formación de nuestros futbolistas, y no sólo en la táctica y el arte del
fútbol.
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