martes, 18 de septiembre de 2012

Los abuelos, un tesoro en la familia.


La sociedad narcisista en la que vivimos valora la eficacia y da culto a lo joven, bello y hermoso. La vejez es un contravalor y no se estima la “sabiduría del corazón” que representan los años. Debido a esta cultura y a otros factores sociales, en ocasiones,  los ancianos son para algunos hijos una carga que se pasan de unos a otros y muchos terminan desamparados. Sin embargo, en esta misma sociedad, los abuelos son actualmente una ayuda imprescindible para aquellas parejas de matrimonios jóvenes que, abocadas al trabajo fuera del hogar tanto el marido como la mujer, ven en sus padres el mejor seguro de la educación de sus hijos.
Ahí están las estampas de cada día, del abuelo o abuela que recoge a su nieto a la salida del colegio. Y que ayuda en tareas domésticas de la nueva familia de sus hijos.
Pero sobre todo ahora, cuando muchas familias jóvenes  sufren  de cerca la lacra del paro, allí están los abuelos compartiendo lo que tienen para ayudar a hijos y nietos.
Esta generación de personas mayores se forjó en años duros No tuvieron las comodidades que gozan hoy sus nietos, ni las posibilidades culturales y educativas que tienen sus hijos pues muy pronto conocieron  la dureza del trabajo para traer dinero a casa. Son hombres y mujeres hechos a sí mismos, autodidactas, sacrificados, capaces de un aguante sobrehumano y de las más heroicas renuncias. Precisamente son ellos quienes están desempeñando una labor supletoria en la transmisión de la fe y de los valores que han configurado la institución natural de la familia. Por esto y por otras muchas razones, los abuelos siguen siendo un gran tesoro de humanidad en todas las tradiciones culturales.
En África se dice que, cuando muere un anciano “ha desaparecido una biblioteca”. Los mayores allí son los custodios de la memoria colectiva. En cambio, en Occidente, nadie quiere parecer viejo y se ha perdido el respeto a la “vejez venerable”. 
En Valencia en el  V Encuentro Mundial de las Familias decía Benedicto XVI: “Deseo referirme ahora a los abuelos, tan importantes en las familias. Ellos pueden ser –y son tantas veces– los garantes del afecto y la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir. Ellos dan a los pequeños la perspectiva del tiempo, son memoria y riqueza de las familias. Ojalá que, bajo ningún concepto, sean excluidos del círculo familiar. Son un tesoro que no podemos arrebatarles a las nuevas generaciones, sobre todo cuando dan testimonio de fe ante la cercanía de la muerte”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario