martes, 27 de diciembre de 2011

LOS ABUELOS, UN GRAN DON DE DIOS.AUNQUE SE PUBLICÓ EN PLENO VERANO, AHORA EN ESTAS FIESTAS DE NAVIDAD, VIENE COMO ANILLO AL DEDO.



En la festividad de san Joaquín y santa Ana, se celebró el «Día del Abuelo».
Los ancianos han sido siempre punto de referencia en todas las civilizaciones. La cultura y religión judías, por ejemplo, sentía verdadera devoción por ellos. ¿Quién no recuerda, por ejemplo, la figura de Tobías, el cual, con humildad y valentía se compromete a observar la ley de Dios, a ayudar a los necesitados y a soportar con paciencia la ceguera, hasta que experimenta la intervención sanadora de Dios?
En la cultura griega y romana también eran tenidos en gran consideración. El poeta latino Ovidio escribió: «En un tiempo, había una gran reverencia por la cabeza canosa». Y, siglos antes, el poeta griego Focílides amonestaba: «Respeta el cabello blanco: ten con el anciano sabio la misma consideración que tienes con tu padre».
En el Nuevo Testamento encontramos abundantes testimonios. Por ejemplo, cuando María y José presentan al Niño en el Templo de Jerusalén, se encuentran con el anciano Simeón, que proclama a Jesús como «el Mesías», que él había esperado durante tanto tiempo. Junto a él, la profetisa Ana, anciana de ochenta y cuatro años, se puso a alabar a Dios y hablaba a todos del Salvador. Anciano era también Nicodemo, miembro notable del Sanedrín, que visita a Jesús de noche, pero da la cara en el momento de su muerte.
Actualmente, en algunos pueblos la ancianidad sigue siendo tenida en gran estima y aprecio; en otros, en cambio, lo es en mucho menor grado, debido sobre todo a una concepción utilitarista y productiva. A causa de esta actitud, la tercera o cuarta edad son frecuentemente infravaloradas y hasta despreciadas, juzgando que su existencia ya no es útil y proponiendo incluso la eutanasia.
Pienso que entre nosotros, aunque existen personas que tienen esta mentalidad utilitarista y materialista, son mucho más numerosos los casos en los que los abuelos son tratados con respeto, amor y -en no pocas ocasiones- verdadero mimo. De todos modos, es urgente recuperar una adecuada perspectiva de la vida, descubriendo que la ancianidad tiene una misión que cumplir en el proceso de la progresiva madurez del ser humano en el camino hacia la eternidad.
Además, no se puede olvidar que los ancianos ven los acontecimientos como expertos en sensatez y, por ello, están en condiciones de ofrecer a los jóvenes consejos y enseñanzas preciosas. Su misma precariedad física o psíquica es una llamada y una oportunidad para la solidaridad que une a las diversas generaciones entre sí.
Por último, los ancianos con frecuencia prestan impagables servicios a sus hijos y nietos, cuidando de los niños, llevándolos al colegio, dándoles de comer, educándoles en las virtudes humanas y cristianas, dando por segunda vez los mimos y castigos que dieron a sus hijos. Realmente, el aprecio, amor y reverencia hacia nuestros mayores no es sólo un deber de justicia sino una garantía de humanidad. Que el Día del Abuelo sea, por tanto, un día para acercarnos a ellos con más cariño y un día que deseamos sea muy especial para ellos. 

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