martes, 6 de julio de 2010

Renovada y reabierta la prisión de Pedro y Pablo. En la Cárcel Mamertina esperaron el martirio

ROMA, domingo 4 de julio de 2010 (ZENIT.org).-
Tras un año de excavaciones, la Cárcel Mamertina, donde San Pedro y San Pablo fueron mantenidos antes de su ejecución, ha sido renovada y reabierta.
El sitio de la prisión es adyacente al antiguo Foro Romano, cavado en la roca de la Colina Capitolina y dando a la casa del Senado. Consiste en dos celdas una sobre la otra. La celda inferior, un apretado y húmedo espacio, era accesible sólo a través de un agujero en el piso de la celda superior, y se usó a lo largo de la República y el Imperio como prisión y lugar de ejecución. Escribiendo en el siglo I antes de Cristo, el autor romano Salustio describía la prisión como “de 12 pies de profundidad, cerrada alrededor por paredes y una bóveda de piedra. Su aspecto es repugnante pavoroso por su abandono, oscuridad y hedor”.
Un siglo después de que Salustio escribiera esta descripción, San Pedro y San Pablo fueron a habitar la repelente celda inferior, en sus últimos días antes de su martirio, encarcelados por el emperador Nerón.
La presencia de los dos apóstoles transformó el lugar de desesperación en un espacio de esperanza, oración y catequesis para sus carceleros Proceso y Martiniano. Cuando los dos soldados romanos pidieron ser bautizados, no había agua en la celda para el sacramento, de manera que San Pedro golpeó el suelo de piedra con su bastón y brotó una fuente a través de la roca. El sitio del milagroso manantial de agua se conmemora todavía en la celda inferior.
La semana pasada, la oficina romana del superintendente de Arqueología anunció que las excavaciones han descubierto restos de frescos. Hoy la prisión será abierta al público por la Obra Romana de Peregrinaciones, quizá tan pronto como en julio.
Allí, los peregrinos tendrán la oportunidad de rendir homenaje a San Pedro y San Pablo, que situados en un Foro, lleno de templos dedicados a hombres que se convirtieron en dioses, tuvieron el valor de proclamar el Evangelio de Dios hecho hombre.

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